Discurso de la Sesión de Reconocimiento a Estudiantes, Docentes y Administrativos del Sesquicentenario de Fundación del Colegio Nacional Bolivar

Distinguidas autoridades de la ciudad y de la provincia, queridos alumnos, maestros, personal administrativo y de servicios de este, nuestro ilustre Colegio, amigos que nos visitan, señoras, señores:

Recién cumplido el proceso fundacional de nuestra República, que duraría desde 1830 hasta 1959, nuestro país requirió, de manera urgente, cimentar un camino que le llevara al progreso material, que le permitiera revertir aquello que varios historiadores llamaran un desbarajuste administrativo y, más que todo, los abusos de un contingente militar que luego del proceso independentista y de las continuas revueltas a favor de uno u otro caudillo, se encontraba entrenada y acostumbrada a la violencia y a todo lo que ello conlleva

Esos años iniciales de la República, fueron difíciles en toda la magnitud de la palabra.  Falta de instituciones gubernamentales, pobreza, luchas intestinas constantes, e inclusive la amenaza de invasiones por parte de mercenarios extranjeros, liderados por uno de los caudillos locales que pugnaba por el poder.  Todos esos problemas, más una enorme crisis económica debido a una abultada deuda externa y una crisis política debido al intento de arrendar las islas Galápagos a un país extranjero, fueron motivo para que el país entrara en una vorágine de inestabilidad política y social, a partir de 1850.Esa inestabilidad, al finalizar la década, se convirtió en violencia, que llevó a que diversas revueltas seccionales provocaran en 1859 una virtual disolución del país. Es así que en Quito, Guayaquil, Cuenca y Loja, se formaron gobiernos autónomos, comandados por caudillos locales. Como si eso fuera poco, el Perú ocupó varios territorios y bloqueó el Guayaquil.   Los países vecinos, según lo afirma el historiador Enrique Ayala Mora,  negociaban ya la partición de nuestro país.

Es en este convulsionado ambiente político, social y económico, que se creó la Provincia de Ambato, precisamente el 3 de julio de 1860.  Un año más tarde sería cambiada de nombre, por la de provincia del Tungurahua.  Ésta fue la décima provincia del Ecuador.
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Fue en este contexto histórico que la Convención Nacional decretó la creación del Colegio Nacional Bolívar, el día 27 de abril de 1861. 

Por razones de la dinámica del funcionamiento de esa Convención, su funcionamiento era ininterrumpido, todos los días, hasta su clausura.  Es por esto, que nuestro Colegio es creado en un día sábado. 

El sábado 27 de abril de 1861, fue un día de ajetreos políticos, pero dio tiempo a los miembros de esa Convención, para recordar que la ciudad de Ambato, capital de la provincia del mismo nombre –según reza en decreto legislativo correspondiente-, pese a sus adelantos en otros ámbitos, no contaba aún con un colegio propio.  El nombre de nuestra provincia, solamente sería cambiado dos meses más tarde, por la misma Convención.

Ambato, por aquellos días, era un pequeño villorrio de la serranía, con alrededor de 5 mil habitantes, reconocidos por su pujanza, laboriosidad, ingenio, hospitalidad.   Juan Montalvo, nuestro epónimo mayor, había regresado pocos meses antes, de París, en donde se desempeñaba como Secretario de la legación ecuatoriana.  Con apenas 28 años, Montalvo daba inicio a su espectacular aventura literaria, política, moral, estética, filosófica, que le proyectaría a la gloria eterna.

El Colegio Nacional Bolívar, queridos amigos, nace pues, en un tiempo y un espacio preñado de expectativas.  Era la semilla urgente que caía en suelo fértil.  Por encargo de la Convención que la creara, el Colegio Bolívar inicia sus actividades impartiendo latinidad, filosofía, humanidades y fundamentos religiosos.  Se creaba así, sin duda, una institución diseñada para enseñar a pensar, a reflexionar, a conocer los derechos civiles, a amar la libertad.  Esta es la piedra angular en la que descansa nuestra filosofía institucional.

Es así que el Colegio Nacional Bolívar, hoy, Instituto Tecnológico Bolívar, rápidamente se convirtió en el símbolo institucional de la excelencia educativa en el centro del país.  Este Colegio empezó, de esta manera, a formar a las juventudes de su ciudad y de su provincia. 

El Colegio Nacional Bolívar y la provincia del Tungurahua, nacieron juntos, teniendo a la ciudad de Ambato como su eje fundamental.  Es por esto que no se puede entender a nuestro colegio sin vincularla a su ciudad, y viceversa.  Tampoco se puede entender a la provincia del Tungurahua, sin la trayectoria histórica del Bolívar.

Esto lo tiene muy claro nuestra familia institucional, lo cual nos compromete a servir cada día mejor a esta tierra en la que desde hace una centuria y media se asienta nuestro Colegio.  Es por eso que para festejar a nuestra legendaria institución, sus hijos de siempre, aquellos que como profesores o alumnos pasamos por sus aulas, nos dimos cita hace pocos días, -en un mismo día sábado como el de la fundación institucional-, para testimoniar nuestro amor filial, nuestro agradecimiento, nuestra adherencia, a nuestra ciudad y a nuestro Colegio.  

Es así que Ambato nos vio transitar por sus principales calles.  Fuimos varias promociones, que nos fusionamos ese día en un grandioso tejido de cotidianidad.  Ahí ratificamos nuestra adherencia, nuestra membresía, a nuestra Casa iniciática.  Ahí pudimos percibir la grandiosidad que un siglo y medio bien transitado.  Fue con ese desfile ritual que ratificamos nuestra relación de amor y servicio a este Ambato, el de la Caricia Honda, como dijera nuestro poeta Pablo Balarezo Moncayo.

En ese acto, dijimos que recorríamos por las calles de este Ambato fundamental, por las mismas que, durante una centuria y media, han transitado nuestros hermanos trans-temporales de aula. 

Aquel día, aquellas generaciones que nos precedieron en el tiempo y que ya no moran más con nosotros, convergieron con quienes físicamente estuvimos presentes.  Y exactamente en el mismo lugar en el que hoy nos encontramos, nos fusionamos en un abrazo trans-secular, pues son ya tres siglos por los que nuestra querida institución transita y tres segmentos cincuentenarios de alumnos, los que le han dado vida.

Ese acto, no fue organizado al azar.  Nació del ferviente deseo de mostrar al pueblo, al mismo al que servimos y al que en primer lugar nos debemos, que en una centuria y media, este coloso institucional de la educación, ha cumplido con Ambato, ha cumplido con Tungurahua y ha cumplido con el país. 

En esta oportunidad, quiero ratificar esta incontrovertible verdad: el Colegio Nacional Bolívar, hoy ITB, a través de su abultada historia, año a año ha cumplido, está cumpliendo y, por voluntad de sus hijos, seguirá cumpliendo con su tierra, con aquel suelo que en 1861 lo acogió.

Esta misión institucional que desde su fundación tiene el Bolívar, ha sido pasada de generación en generación, por todos quienes hemos tenido la honra de transitar por estos pasillos centenarios. 

Es así que ilustres rectores como, entre otros, Francisco Javier Montalvo, Nicolás Martínez, Juan Benigno Vela, Adriano Montalvo, Celiano Monge, Víctor Manuel Garcés, Alonso Castillo, Rodrigo Pachano Lalama y Luis Pachano Carrión, han transmitido, de manera inequívoca, esa responsabilidad, de servicio a su pueblo.  Es esa trayectoria magnífica, la que el Bolívar de hoy mantiene como su activo moral y ético más importante.  De esa cadena de servicio,  me ha correspondido ser el eslabón que transmite a la generación siguiente, la voluntad de servicio que es el sustrato en el que se asienta nuestro edificio institucional.
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Dijimos ya en esta misma sala, que lo que festejamos no es el simple transcurso del tiempo, sino la grandeza del espíritu académico e intelectual que durante ciento cincuenta años, se ha afincado en todos quienes hemos integrados este plantel, que son todos quienes nos han precedido en el tiempo y todos quienes hoy, tenemos la responsabilidad de dar continuidad a esta institución.  Es a todo este conjunto humano que desde hace una centuria y media, ardorosamente viene dando todo su ser, en favor de la educación, al que tenemos el deber de honrar y festejar.

Este así como entendemos la fiesta que hoy nos convoca y es así como la comprendieron, durante los últimos 149 años, nuestros antecesores, con quienes, por gracia de la historia de este pueblo, conformamos una sola y fuerte familia espiritual. 

El Bolívar de hoy, guardando celosamente su historia sesquicentenaria, es un Colegio que con enorme entusiasmo, se proyecta al futuro.  Contamos en esta tercera estación cincuentenaria, con una institución sólida, en lo curricular, en lo organizativo y en lo material.  Académicamente, el Bolívar continúa siendo el Colegio primado del Tungurahua. 

Para cumplir con el pensum curricular que le asigna las autoridades educativas del país, este Colegio ha integrado facilidades didácticas modernas, que facilitan la tarea a educandos y a educadores.

Organizativamente, el Instituto Tecnológico Bolívar cuenta con un cuerpo docente integrado por 161 profesores, 37 funcionarios administrativos; y, 20 colaboradores de servicios.  Todo este equipo humano, está preparado para guiar a los 4303 alumnos que conforman el rol estudiantil, según el registro del presente año.

Materialmente, el Bolívar cuenta con tres plantas institucionales: la histórica, en la que nos encontramos aquí reunidos y en la que funcionan las oficinas y los primeros cursos del establecimiento, su biblioteca, su museo y su teatro; la segunda planta, la de Huachi Pata, en la que funciona el bachillerato y en donde se encuentran el coliseo deportivo, el estadio, la piscina semi-olímipica, el gimnasio, y, finalmente, la Quinta El Rosario, en donde se encuentra el Museo en honor al poeta Mario Cobo, ex – docente de nuestra institución, y lugar para la realización de exhibiciones, eventos sociales y deportivos, que lo hemos recuperado de manos privadas.

Con esta infraestructura, el Bolívar se plantea día a día retos nuevos y de gran alcance, que lo ponen entre las principales instituciones de educación secundaria del país, y que hoy se podrán dar cuenta de la planificación que se pondría en marcha, con el apoyo de los estudiantes de la Universidad Latinoamericana, señores: Fabián Morales, Guido Naranjo, Jaime Quintana, Carlos López y Javier Vega, quienes realizaron tres proyectos, dirigidos por el Arq. Carlos Rivera, ex-estudiante del “Bolívar”.

Corresponde a quién les habla, conducir a este Gran Colegio en este tramo de su historia y aviarlo en su viaje hacia la estación Bicentenaria. 

No sabemos quienes de los que aquí nos encontramos, tendrá la oportunidad de celebrarlo, en el 2061, la cuarta estación cincuentenaria del Bolívar.   Aunque lejana para nosotros, esa fecha encontrará al Bolívar con la misma juventud, energía y optimismo que en aquel sábado de abril de 1861, en el que fue fundado.

A mi solo me resta comprometerme ante ustedes amigos presentes, ante mi generación, y ante mi familia, a continuar sirviendo a este Colegio, como a su debido momento lo hicieron los rectores que me antecedieron en esta primera centuria y media de vida institucional.

Muchas gracias.
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